Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980), es una escritora colombiana, radicada en Buenos Aires desde hace poco más de diez años. Sus libros han sido publicados en Argentina, Chile, Colombia, México, Perú, España, Cuba e Italia y ha sido traducida al inglés y al italiano. Ha colaborado con los periódicos El Universal (Colombia) y Clarín (Argentina). Para este último creó el blog Sudaquia –historias de América Latina-, que obtuvo numerosos reconocimientos y fue reproducido en El País (España), Le Monde (Francia) y El Espectador (Colombia).
Fue coordinadora de proyectos en la Fundación de Gabriel García Márquez, y entre el 2010 y el 2014 participó de la puesta en marcha y conducción de la Fundación Tomás Eloy Martínez (TEM), en el rol de directora ejecutiva. De esta experiencia ha dicho que conserva una gratitud y un afecto grandísimos por Martínez, con quien compartió mucho porque presidía el consejo rector de la Fundación de García Márquez que estaba en Cartagena. Dicho en sus palabras: “García Márquez vivía en México y venía solamente para algunos eventos. Tomás, en cambio, estaba en el día a día. Yo era una nena prácticamente que organizaba los talleres y él me conducía. Fue alguien muy especial. Era generoso, amplio y muy humano”.
Por esos hechos, en su país ha sido incluída en las listas de personalidades colombianas destacadas en el mundo.
Fue finalista del Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2015 con la novela Lo que no aprendí, y ganadora del Premio Casa de las Américas en 2014 por sus relatos Cosas peores (Seix Barral), destacando el jurado que la distinguió, su manejo del «sutil humor de la crueldad» y la «aguda capacidad de observación».
A través de los reportajes se la percibe como una joven de gran personalidad. Nacida en un período complicado por la violencia en su país de origen, contó en alguno de ellos que con su familia, vivían fuera de la ciudad, donde los narcos habían comenzado a tomar alguno terrenos, pero que no obstante esa realidad, no recuerda haber sentido miedo, el que sí podían sentir sus padres.
De su llegada a nuestro país, hace más de diez años, recuerda haber formado parte de un envión de gente que pensó que se podía vivir mejor, por menos plata, a raíz de la crisis, aunque con el tiempo observa que Buenos Aires se le ha ido convirtiendo en una ciudad cada vez más real y cruda, pero con algunas cosas resueltas, que no lo están en otros países de América latina.
Y lo más interesante quizás radica en su pensamiento acerca de cuánto ha influenciado en su literatura, su vida entre nosotros. Al respecto ha declarado en algún reportaje que es en Buenos Aires donde empezó a escribir ficción, ya que en Colombia escribía crónicas o cosas ensayísticas. Aparece así la distancia no solamente geográfica, sino también anímica y emocional con su país, como una licencia para poder escribir sobre ciertos temas o cuestiones que quizás no hubiera podido escribir si se hubiera quedado en su Cartagena, rodeada de su familia. Argentina y el mundo, entonces, agradecen esa decisión, que nos ha acercado tan buenos títulos.